Jorge Alberto Mercado Padilla, Licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación (2011), con Maestría en Administración (2012), del campus Ocotlán, asistió a las Misiones Carcelarias Almoloya 2019.
Las misiones, a donde también acudieron colaboradores UNID, se realizaron dentro del centro penitenciario ubicado en el Estado de México del 18 al 26 de agosto.
El egresado UNID nos narra su experiencia y sus aprendizajes:
¿Por qué elegiste participar en esta experiencia?
Hace dos años, el Padre Arturo me invitó a visitar Islas Marías, donde me di cuenta de que yo no puedo juzgar a nadie. Todos somos personas.
Todos somos hijos de Dios, y sobretodo, que todos necesitamos de su amor y misericordia. Si Dios me presentó nuevamente la oportunidad, a través de UNID, no podía decir que no.
¿Qué representó para ti esta experiencia?
Significó mucho para mí, tantísimas vivencias, que cada momento es de aprendizaje. Algo que me sorprendió mucho es que tres personas privadas de su libertad me reconocieran y recordaran de hace dos años, cuando los visité en la Misión de Islas Marías. Eso es algo que me impactó mucho, el hecho de que se hayan acordado, estando en otro lugar, tan lejos, después de dos años, para mí es algo que me dice que sí está funcionando, que sí vale la pena, que algo marqué en sus corazones.
¿Qué aprendiste?
Aprendí que es importante dar amor. Que todo lo que hagamos sea con amor.
¿Cuál consideras que fue el reto para ti?
Desde hace siete años soy profesor en UNID, me encanta dar clases. En esta Misión, me tocó dar unos talleres de liderazgo positivo. Al principio me parecía un reto para mí mismo el pensar en impartirles clases de ese tema a ellos, y es que sabemos que son expertos en ello.
Pero después, en el momento, fue algo que disfruté. Me llevo en la mente y corazón las caras de atención, de satisfacción, de interés de las personas privadas de su libertad. Porque sé que también disfrutaron del momento. Sobre todo, en los juegos, donde todos olvidamos nuestro pasado, éramos solo personas disfrutando del momento. Sonrisas y alegría invadieron el penal. Un bonito regalo de Dios para todos los que estábamos ahí.
¿Nos podrías contar alguna anécdota?
Mil historias en nueve días. Pero algo que marcó mi vida fue mi encuentro con Jesús. Indescriptible. Al estar orando con una persona privada de su libertad y estar tomando su hombro, sentí algo que todavía no puedo asimilar, que todavía no encuentro palabras para describir eso tan bonito, tan grande, tan padre, es indescriptible para mí todavía, porque yo ahí sentí a Dios. Sentí que ahí estaba presente.